Llegó el adiós para un pionero y leyenda del rally-raid que ganó dos veces dos veces en África y dejó una huella “pesada” e imborrable.
El neerlandés Jan de Rooy falleció hoy a los 80 años, y aunque hubo pilotos con más triunfos, se convirtió en un mito por sus actuaciones.
Jan nació en Eindhoven en 1943, en plena Segunda Guerra Mundial y con el país ocupado por los nazis.
Su padre, Gerard, poseía una flota de camiones, que fue confiscada por los alemanes y al acabar la guerra, debió recomenzar desde cero.
Lo hizo con carros tirados por caballos. Luego, Jan tomó el lugar de su progenitor al mando de la empresa, que fue creciendo vertiginosamente.
Sin embargo, lo que más le gustaba a Jan era la velocidad: empezó a correr en motocross, en rally-raids y en coches en los setenta.
Tiempo después, la marca DAF, le propuso cumplir su sueño: correr el Rally París-Dakar. Así lo hizo en 1982 y ganó en su primera presentación.
Aquél éxito incentivó a la fabricante de camiones neerlandesa para que se volcara con más ímpetu en la exigente prueba.
Con ese aval, De Rooy se impuso otro reto: batir a los automóviles en el difícil terreno del desierto.
Con motores que erogaban 1.200 Cv y con doble turbo, los DAF se permitieron ‘volar’ a más de 200 km/h por África.
Desde ese momento, los DAF del equipo de Rooy empezaron a ser conocidos como los “elefantes del desierto”.
En 1987, De Rooy logró su segunda victoria. Le sacó 14 horas al segundo. En la clasificación general, entre automóviles y camiones, terminó undécimo.
El adiós para un pionero
DAF pretendió más y en 1988 llegaron a la competencia con dos camiones mucho más evolucionados. Jan llegó a ir tercero en la clasificación general.
Las imágenes del DAF compitiendo de igual a igual con los míticos y veloces Peugeot 405, quedaron en la memoria de todos.
Sin embargo, el segundo DAF, con Van de Rijt al volante, volcó y el copiloto Kees van Loevezijn salió despedido del camión y falleció.
Aquella tragedia provocó el retiro de DAF de la competición y también el adiós para De Rooy.
Jan quedó destrozado con la tragedia y se centró en su empresa, que llegó a tener más de 500 camiones.
Su hijo Gerard quiso seguir los pasos de su padre y a bordo de un Iveco, ganó dos veces el Dakar cuando compitió en Sudamérica.
Jan, famoso por sus habanos, cedió el mando de la empresa a sus hijos y su equipo, el De Rooy, se retiró del Dakar.
Hoy, “El Oso”, tal como se lo conocía dejó su adiós, pero su huella en el desierto lo seguirá por siempre.