Cuando comenzaba el nuevo siglo, y en plena crisis económica e institucional de nuestro país, Sebastián Seguer –argentino, rosarino y camionero-, dejó atrás su pasado detrás del volante de un Mercedes Benz 1114 y de un 1620 nuevito, que casi dejó al pie del avión. Era octubre del 2001 y España era el destino. La ciudad de Tarragona (en el norte de la península y al borde del mar Mediterráneo), lo vio llegar con un contrato de trabajo en una empresa de telecomunicaciones. Su experiencia en Europa y un oficio que cruzó el Atlántico…
Las cosas marchaban bien, un trabajo fijo y una esposa –que llegó un mes después que Sebastián con dos pequeños hijos-, hacían más fácil el destierro. Pero, tres años pasaron desde su llegada al viejo continente, para que el “bichito del camión”, le picara nuevamente. La oportunidad llegó de la mano de un argentino a quién conoció en la playa tomando mate, y este le abrió la puerta en la empresa que trabajaba como camionero.
Con la residencia y la convalidación de su licencia de Argentina, un viejo Renault-casi al borde de su vida útil-, sirvió para que Sebastián volviera a su viejo amor, completando con una batea carbonera dos viajes al día entre Tarragona y Barcelona. “Era un 385, un camión que ya no se ve y estaba destruido”, nos explica Sebastián.
Unos 8 meses duró la experiencia con el carbón. “Entre en una empresa familiar de Tarragona y con un Mercedes Benz Mega Space hacíamos Francia, Holanda y Bélgica con frutas y verduras con refrigerado. Después de esa experiencia conseguí trabajo en una empresa de Lérida, y esa fue la empresa donde más tiempo estuve. Ahí cada tres o cuatro años me cambiaban el camión, porque la mayoría de las empresas trabajan con leasing (alquiler con opción de compra), y permanentemente están renovando. Eso también tiene la ventaja de contar con el contrato de mantenimiento, cualquier cosa que te pasa viene la empresa (sea Scania, Volvo, Mercedes o cualquier otro), y se encarga de la reparación. Si el problema demora mucho, te vas a un hotel y esperas hasta que te avisan que el camión vuelve a estar disponible”, agrega Sebastián.

La nostalgia pesa de los dos lados del Atlántico, por eso, poco a poco, las familias de Sebastián –natural y política-, fueron emigrando también hacia España. Uno de los primeros en llegar fue su padre, camionero de la vieja escuela y la idea surgió rápidamente: compartir la conducción de un camión y entre ambos, y empezar recorrer las diferentes geografías europeas.
Con los años, la familia en el viejo continente fue creciendo y así, llegaron cuñados, hermanos y hasta algunos primos que buscaban otros horizontes. En tanto, Sebastián hacía su experiencia…
“En Europa, o mejor dicho en la Comunidad Europea, no existen fronteras (excepto algunos pocos ejemplos como Andorra o Suiza, que no pertenecen a la Unión Europea)”, nos cuenta Sebastián. “El cruce de fronteras no es problema, inclusive en esos países, entrar puede demorar un par de horas porque al salir de España por La Junquera (la frontera franco-española), uno ya lleva todos los papeles en regla”.
Francia, el Reino Unido, Bélgica, los Países Bajos, Italia y otros tantos, fueron llenado la hoja de ruta de Sebastián y su padre. A veces con carga general y otras con mercadería perecedera, aunque sin horarios, la llegada a destino tiene fecha determinada. “A eso le llaman `cita para la descarga´ -dice Sebastián-, en muchos países lo respetan, pero siempre es una lotería, igual que Argentina. En mi caso, yo cobro un dinero fijo más dieta (viáticos), me da lo mismo hacer 20 y 500 kilómetros”.
Llegado al punto de descarga, basta con anunciarse para que se active la descarga, si pasa más de una hora y el recibidor no acusa recibo, Sebastián debe avisar a su jefe de tráfico que, de ahí en más, se encargará de activar al cliente para que libere el camión, aunque la mayoría no paga “paralización”, lo que acá denominamos “estadía”. Los detalles de la experiencia de Sebastián nos permite adentrarnos en un mismo trabajo, en otros suelos…
“Normalmente, los tiempos de espera en la descarga no son largos (en definitiva, el cliente en Europa o en Argentina, no es gustoso de pagar cargos extras), y se emprende la vuelta, cuya jornada laboral no puede extenderse más allá de las 9 horas (con 11 horas de descanso dentro de las 15 horas de disponibilidad) que, en casos excepcionales, tenes tres días a la semana en que podes extender la jornada hasta las 10 horas. El tiempo de manejo máximo son 4 horas y media, cumplido ese tiempo tenes que parar si o si, 45 minutos mínimo. El máximo tiempo de trabajo son 90 horas bisemanales y como mucho, seis jornadas laborales. El descanso es obligatorio y el pernocte arriba del camión se paga, al igual que los viáticos”, nos explica Sebastián que, si bien no perdió el acento argentino, su voz tiene un dejo castizo. (Continuará)
